1. Natura Morborum Medicatrix

Por Iván Navas. Julio 31, 2017

 

Hipocrates y el Natura Morborum Medicatrix en la homeopatía

 

El «Natura Morborum Medicatrix» hace referencia a que la naturaleza de cada ser vivo es la que realiza la curación de las enfermedades y que el médico es solo un auxiliar del enfermo. Fue Hipócrates (Médico griego, 460 a. C. – 370 a. C.), el padre de la medicina, el primero en percibir y aplicar este principio. Cuando él no sabía qué hacer ante una enfermedad, no medicaba a sus pacientes y simplemente ayudaba con medidas higiénicas, observando con asombro que recuperaban la salud. Este resultado, repetido muchas veces, lo llevó a concluir que la naturaleza del enfermo es la que realmente realiza la curación. Y con justa razón la homeopatía, que se apega en todo a la naturaleza, toma este principio como una de sus bases (Jaramillo, 1954, pág. 12).

Comenta Paracelso (médico y alquimista suizo, 1493 – 1541):

«Por ello debéis saber que, ante todo, el médico debe conocer qué camino quiere seguir la naturaleza. Pues ella es el primer médico, y el ser humano el segundo. Allí donde actúa la naturaleza, el médico debe contribuir a que ella actúe como pretende. La naturaleza es mejor médico que el hombre» (Leston, 2010).

Higinio G. Pérez (médico homeópata mexicano, 1865 – 1929) dice:

«Hay que tener el convencimiento del principal papel que desempeña el organismo enfermo en la curación de las enfermedades, y que el médico es más sabio mientras menos hace en contra de ese esfuerzo natural. En todas las enfermedades el papel del médico es secundario, solo es el ayudante de la naturaleza que es la única capaz de efectuar la curación (Pérez, 1981, pág. 3)… Cuando la ciencia dirige su acción en el mismo sentido de la naturaleza, la ayuda mínima de la ciencia se convierte en máxima, no porque en sí lo sea, sino porque sus efectos se multiplican al obrar en el mismo sentido de la naturaleza: es una suma de esfuerzos centuplicados por la mejor palanca. Compárese el trabajo del cirujano al reunir los labios de una herida con el de la naturaleza que cicatriza; o el esfuerzo del curandero al afrontar los huesos en caso de luxación» (Pérez, 1981, pág. 328).

La manera como la naturaleza del enfermo reacciona para alcanzar la curación o mejorar su estado de enfermedad, es por medio de síntomas. Por lo tanto, deben ser respetados y no suprimidos bajo el argumento de que son molestias inconvenientes o innecesarias.

Por ejemplo, la fiebre, producida por el organismo ante la presencia de virus, bacterias, hongos, sustancias tóxicas, traumatismos, tumores malignos, etc., es generalmente suprimida en la medicina alopática, desaprovechando las respuestas curativas que ella desencadena. La fiebre, debido al aumento de la temperatura del cuerpo, aumenta la movilidad de los leucocitos, estimula la activación de los linfocitos T, la producción de interferón (sustancia viracida), y la de anticuerpos; daña directamente los patógenos extraños al cuerpo; induce apoptosis (muerte) de las células infectadas y las neoplásicas; y reduce la concentración de hierro en el plasma, limitando la replicación de los organismos invasores (Romero & Farías, 2014, págs. 20-33).

Otros ejemplos de síntomas que la medicina tradicional reconoce como respuestas curativas son: la inflamación, donde el cuerpo encierra, calienta y destruye los agentes infecciosos o los cuerpos extraños; la pus, para liberarse el organismo de mucosidades, bacterias, virus y células muertas; la tos, como un mecanismo de protección que despeja las vías respiratorias; el vómito y la diarrea, para expulsar del aparato digestivo agentes patógenos o irritantes, y el lagrimeo, para limpiar si cae un cuerpo extraño en el ojo (Ullman, 1990, pág. 31).

En las enfermedades crónicas, los síntomas también son mecanismos de defensa de la naturaleza que, ante la imposibilidad de conseguir la curación por sí misma, localiza la afección en un órgano o función, induciendo la destrucción y sacrificio de la parte afectada del organismo, para así conservar la vida del paciente (Hahnemann, 2008, pág. 91).

Reiterando lo que se observa en la clínica, Hahnemann comenta que los esfuerzos de la naturaleza por sí sola, únicamente obtienen éxito fácil en las enfermedades agudas poco intensas. En las enfermedades agudas graves, la naturaleza hace esfuerzos dolorosos y muchas veces peligrosos que pueden terminar en la destrucción de una parte del organismo o en la muerte; y en las enfermedades crónicas, la naturaleza es totalmente impotente para llegar a la curación (Hahnemann, 2008, pág. 84).

De ahí que, en los casos de enfermedades agudas severas y en las afecciones crónicas, es necesario ayudar a la naturaleza en su labor curativa, ya no solo de manera pasiva (higiene), sino dinámicamente por medio del medicamento homeopático, equilibrando sus funciones.

Thomas Sydenham (médico inglés, 1624 – 1689), quien fue llamado el Hipócrates inglés, enunció el concepto de la “vis naturae medicatrix” o “fuerza curativa de la naturaleza”, haciendo alusión a la mejoría progresiva que realiza la naturaleza del ser vivo al administrarse el medicamento indicado; diferenciándose de la “natura morborum medicatrix”, que es la curación que efectúa la naturaleza con elementales medidas de higiene (Flores, 1995, págs. 81-82 y 116).

Para una síntesis del tema, ver el «Resumen de los principios o fundamentos de la homeopatía«.

 

 

Referencias

Flores, D. (1995). Iniciación a la homeopatía. México D. F., México: Porrúa.

Hahnemann, S. (2008). Organón del arte de curar. (R. Pirra, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Copyright RGP.

Jaramillo, L. (1954). Doctrina Homeopática o la reforma de la medicina. México D.F.

Leston, C. (5 de abril de 2010). Medicina Natural. Obtenido de http://forumnaturista.blogspot.com.co/2010/04/paracelso.html

Pérez, H. (1981). Catecismo de la doctrina homeopática. México D. F., México: Olmedo.

Pérez, H. (1981). La filosofía de la medicina. México D. F., México: Olmedo.

Romero, F., & Farías, J. (Julio-Agosto de 2014). La fiebre. Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM, 57(4), 20-33.

Ullman, D. (1990). La homeopatía. Barcelona, España: Martínez Roca S. A.