4. Individualidad morbosa

Por Iván Navas. Agosto 13, 2017.

Individualidad morbosa en homeopatía

El hombre como entidad física, psíquica y social es totalmente diferente uno del otro, tanto en estado de salud como de enfermedad, y por eso cada uno hace su propia patología, aun compartiendo el mismo nombre nosológico. Por ejemplo, la migraña es diferente en cada enfermo según como se presenten sus modalidades de causa, duración, frecuencia, intensidad y tipo de dolor. La causa desencadenante puede ser un factor dietético, climático o emocional; durar unas horas, días o semanas; presentarse a determinadas horas, día por medio o una vez al mes; ser incapacitante o tolerante; con un dolor punzante, martillante, ardiente, presivo, etc.

Además, si se estudia en forma completa al enfermo, el dolor de cabeza se acompañará de síntomas de otras partes u órganos del cuerpo, como nauseas, vómito, trastornos visuales; síntomas generales, como afecciones del sueño, del apetito, la temperatura y la transpiración; y síntomas mentales, como tristeza, irritabilidad, embotamiento, temor, etcétera. De esta manera es imposible que pueda haber dos enfermedades o, mejor dicho, dos enfermos iguales.

En homeopatía realmente no existen enfermedades, sino enfermos, tal como lo afirmaban en la medicina Hipocrática. El homeópata no trata la migraña, sino al enfermo que sufre de migraña, y por eso prefiere nombrar el trastorno del enfermo con base en el medicamento que necesita y no con el nombre nosológico. Al respecto Paracelso escribió:

“Los nombres de las enfermedades no sirven para la indicación de los remedios: es el semejante que debe ser comparado con el semejante, y esta comparación sirve para descubrir los arcanos de curar… No digas esto es epilepsia. Semejante modo de decir nada significa. Debéis decir: esta es la enfermedad de Viridellus (se llamaba así al Viscum album, planta que ocasiona ataques semejantes a los de la epilepsia) y entonces hablaréis como médicos, pues tendréis al mismo tiempo la indicación del tratamiento” (Marzetti, 1976, pág. 29).

Hahnemann aconseja:

“Si, empero, se cree que a veces son necesarios determinados nombres de enfermedades para que la gente comprenda en forma abreviada si se habla de una enfermedad, debería utilizárselos únicamente como nombre colectivo y decir por ejemplo: el enfermo tiene una forma de corea, una forma de hidropesía, una forma de fiebre nerviosa, una forma de fiebre cambiante. Pero nunca (para terminar de una vez con el engaño de estos nombres) se deberá decir: tiene corea, tiene fiebre nerviosa, tiene hidropesía, tiene fiebre cambiante. No existen las enfermedades fijas, que siempre permanecen invariables con estos u otros nombres semejantes” (Hahnemann, 2008, pág. 230).

La noción de “enfermo” en vez de “enfermedad”, está aunada al concepto que se tiene del hombre como un ser holístico o integral. La persona no se enferma en una parte, sino en el todo. No es lógico pensar que se enfermen, por ejemplo, los riñones y el resto del cuerpo esté sano. De ahí lo que señalaban médicos como Hipócrates: “El hombre es un solo órgano, el organismo una sola función” (Lasprilla, 1992, pág. 94); y Maimónides (médico, rabino y teólogo judío, 1135-1204): «Es más importante saber qué enfermo tiene la enfermedad, qué enfermedad tiene el enfermo, porque no se está enfermo porque se tenga una enfermedad, sino que se tiene una enfermedad porque se está enfermo» (Oviedo, 2012).

Platón (Filósofo griego, 427 a. C. – 347 a. C.) también lo afirmaba, como se puede leer en el diálogo Cármides:

“Si no debe emprenderse la cura de los ojos sin la cabeza, ni de la cabeza sin el cuerpo, tampoco debe tratarse el cuerpo sin el alma, y ese es el motivo de que los médicos helenos ignoren cómo curar muchas dolencias, pues desconocen el todo, que también debería ser estudiado; pues nunca puede estar bien la parte si no lo está el todo… El gran error de nuestro tiempo al tratar el cuerpo humano es que los médicos separan el alma del cuerpo” (Perry, 1995, págs. 13-14).

Hahnemann dice en el parágrafo 7 del Órganon:

“Lo principal para el médico deben ser todos los síntomas, lo único que debe reconocer en cada enfermedad y que debe quitar mediante su arte, para que la enfermedad pueda ser curada y convertida en salud… Desde siempre, la vieja escuela intenta en los casos morbosos combatir con medicamentos a uno solo de los numerosos síntomas, ya que no conoce otra cosa, y en lo posible reprimirlos. Este procedimiento parcial, denominado tratamiento sintomático, fue despreciado universalmente, ya que mediante el mismo no se gana nada, sino más bien se arruina mucho. Uno solo de los síntomas presentes no representa a la enfermedad misma, así como un único pie no es la persona misma. Este procedimiento es aún más reprochable dado que un síntoma individual tal, solamente se trata mediante un remedio opuesto (o sea únicamente en forma enantiopática y paliativa). Debido a esto, después de un breve periodo de alivio, agravan aún más” (Hahnemann, 2008, págs. 134-135).

El concepto holístico o de totalidad hace que en homeopatía no existan las especialidades. El médico homeópata atiende de manera integral afecciones de urología, cardiología, neurología, neumología, ginecología, etc. Por pensarse que enferma principalmente un órgano o una parte del cuerpo humano, aunado a lo complejo de su estructura, es que se ha llegado a las especialidades y subespecialidades. Ellas únicamente son necesarias en cirugía, porque entre más limitado sea el campo de acción, más habilidad y éxito se puede llegar a tener (Lasprilla, 1992, págs. 94-95).

Para una síntesis del tema, ver el “Resumen de los principios o fundamentos de la homeopatía“.

Referencias

Hahnemann, S. (2008). Organón del arte de curar. (R. Pirra, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Copyright RGP.

Lasprilla, E. (1992). Epistemología y medicina. Un estudio de la naturaleza humana. Barranquilla, Colombia: Antillas.

Marzetti, R. (1976). Lo Fundamental en Homeopatía, su Teoría y Práctica. Buenos Aires, Argentina: Climent.

Oviedo, A. (28 de Septiembre de 2012). Tani Tani. Obtenido de http://www.amigo-latino.de/indigena/noticias/newsletter_08_12/575_sq_vital_AO.html

Perry, W. (1995). La alquimia en la homeopatía. Barcelona, España: Libergraf, S. L.