Las observaciones después de la prescripción

Por Iván Navas. Abril 27, 2018

 

Posteriormente de haber dado el medicamento homeopático, se deben observar los cambios que se presentan en los síntomas del paciente: si agravan o mejoran, si al inicio del tratamiento o días después y su duración; si se presentan síntomas nuevos o antiguos; o si mejora el enfermo o los síntomas; y luego analizar el porqué de estos cambios para saber cómo continuar el caso.

Kent enseña doce observaciones después de la prescripción, que son:

  1. Agravación prolongada y aniquilamiento final del enfermo.
  2. Agravación prolongada y después lenta mejoría.
  3. Agravación rápida, corta y fuerte, seguida de rápida mejoría.
  4. Mejoría sin agravación.
  5. Mejoría corta y después agravación.
  6. Mejoría muy corta.
  7. Mejoría de los síntomas, pero no del enfermo.
  8. Síntomas del medicamento por hipersensibilidad del paciente.
  9. Acción benéfica de los medicamentos sobre los experimentadores.
  10. Aparición de síntomas nuevos.
  11. Reaparición de síntomas antiguos.
  12. Los síntomas toman una dirección equivocada.

Hahnemann fue realmente el primero que comentó gran parte de estas observaciones, aunque con una interpretación limitada, pues para él las agravaciones siempre se debían a la acción del medicamento homeopático (a excepción de la decimoprimera observación de Kent), mientras para Kent, además, eran producto de la profundidad de la patología del enfermo. Hahnemann hizo referencia a las observaciones: 3ª, 5ª, 6ª, 8ª, 9ª, 10ª, 11ª y 12ª de Kent (ver “Precauciones en el tratamiento de las enfermedades crónicas”, del tema “Las enfermedades crónicas miasmáticas según Hahnemann).

Sánchez Ortega aporta a estas observaciones la interpretación miasmática y agrega cinco más, que son:

  1. Mejoría corta, que se repite al tomar el medicamento.
  2. Mejoría corta seguida de agravación de síntomas concomitantes, que se repite al tomar el medicamento indicado.
  3. Mejoría corta seguida de nuevos síntomas o modalidades, que se repite al tomar un nuevo medicamento.
  4. Mejoría prolongada y después agravación.
  5. Agravación prolongada y después corta mejoría.

A continuación, se estudian cada una de ellas.

 

1. Agravación prolongada y aniquilamiento final del enfermo

Esta observación hace referencia a que después de administrar el medicamento el paciente agrava continuamente hasta deteriorarse o morir. Se debe a que no se supo valorar que el enfermo era incurable, con poca vitalidad y daños profundos e irreparables en sus órganos. Se intentó curar con el medicamento más semejante, ocasionando una reacción tan profunda que consumió sus energías (Kent, 1992, pág. 314).

Existe en estos casos una mezcla miasmática: “Generalmente se trata de un miasma psórico muy establecido que no mostraba lesiones ostensibles, pero que sí ha extenuado al paciente gradual y profundamente; más aún, ha actuado también la condición syphilítica con su destructividad característica” (Sánchez, 2003, pág. 259). “Y desde luego también la sycosis. Esta última es la que frecuentemente nos hace apresurarnos en la prescripción. La sycosis del enfermo estimula la posible sycosis nuestra, y nos hace precipitarnos indebidamente” (Sánchez, 1992, pág. 486).

De estos fracasos se debe aprender para no volver a caer en el error. Recordar siempre que al prescribir hay que pensar en la posibilidad curativa, lo que se puede lograr en el paciente, ya sea la curación o solamente un alivio de sus síntomas, siendo esto último lo correcto a hacer inicialmente en ésta clase de enfermos (Sánchez, 1992, pág. 485). “El médico debe conformarse con paliar o aliviar solamente, mientras se recupera algo más de vitalidad que permita intentar curar” (Sánchez, 2003, pág. 259).

Kent aconseja:

Si dudáis de la acción de semejantes remedios y los continuáis dando, el enfermo empeorará cada vez más, y probablemente tendréis que firmar un certificado de defunción antes de tiempo… En casos dudosos e incurables no dar más altas dosis que la 30 a la 200 potencia y observar si la agravación va haciéndose demasiado profunda o intensa, o demasiado prolongada. (Kent, 1992, pág. 315)

 

2. Agravación persistente y después lenta mejoría

Indica que el paciente presenta una enfermedad muy profunda, que hay serios daños orgánicos y que, gracias a la buena indicación del medicamento, sus lesiones poco a poco se han ido curando. La enfermedad es tan profunda, que si el paciente hubiera demorado un poco más en tomar el medicamento, la curación habría sido imposible. En estos casos, por espacio de muchos años, se pueden encontrar repetidas y prolongadas agravaciones (Kent, 1992, pág. 316).

Hahnemann atribuye la agravación prolongada a una dosis grande del medicamento (grande con relación a lo poco diluida y dinamizada), así se haya dado en forma homeopáticamente apropiada (aunque no específicamente hace referencia a esta observación, pues no comenta la “lenta mejoría después”) (Hahnemann, 1999, págs. 146-147); y Sánchez Ortega agrega que en los casos crónicos puede deberse, también, a un exceso en la potencia del medicamento (Sánchez, 1992, pág. 490).

Respecto a lo miasmático, el enfermo mostrará generalmente un fondo psórico notable y sobrepuesto uno de los otros dos miasmas, ya sea el sycósico o el syphilítico. Cuando es éste último el que predomina sobrepuesto a la psora, la agravación será fuerte, presentándose delirios, lamentos, desesperación y eliminaciones que indican destrucción como supuraciones y hemorragias, aunque al mismo tiempo se tendrá que observar los destellos de la curación, en lo mental y en lo físico. Si el predominio del miasma que sobresale de la psora es el de la sycosis, la agravación será más aparente, con más quejumbre, pero menos grave (Sánchez, 2003, pág. 281).

Cuando hay la confluencia de los tres miasmas en actividad, es cuando necesitaremos más que nada saber esperar con inteligencia y cuidarnos mucho de no interrumpir la evolución salvadora de la acción remediable de nuestro medicamento, y atender a veces reacciones indispensables que el organismo realiza para eliminar lo patológico. (Sánchez, 2003, pág. 281)

Es así que la conducta en este tipo de agravación (cuando no es debida a grandes dosis) es esperar a que la naturaleza haga su trabajo, no interferir ni permitir que el paciente lo haga, explicándole lo benéfico de la reacción. Durante la espera se puede estar tranquilo si se observa, aunque sea muy ligeramente, que los síntomas generales y mentales del paciente empiezan a mejorar, no obstante sus síntomas particulares estén iguales o intensificados. (Sánchez, 1992, pág. 499).

Si la agravación persistente se debe a una dosis grande del medicamento (con relación a lo poco diluida y dinamizada), Hahnemann recomienda detener su acción mediante la prescripción de un antídoto (mejor denominado “homeódoto”, como se comenta en la nota al pie de la página 43) o del remedio antipsórico que se ajuste lo más posible a los síntomas de esta vez. “Posteriormente, este mismo remedio antipsórico que había sido dañino solo por su intensidad, puede ser dado una nueva vez, con el mayor éxito, solo que en una dosis mucho más pequeña y en una dilución potenciada mucho más alta” (Hahnemann, 1999, pág. 147).

Concerniente a la dosis, es oportuno aclarar que Hahnemann tuvo dos periodos respecto al concepto de la esencia de los medicamentos. En el primer periodo, el medicamento era material, y su actividad estaba en relación con la cantidad de la sustancia misma, susceptible de provocar fenómenos tóxicos en proporción con una posología excesiva. Por eso le dio trascendencia a la cantidad de vehículo del medicamento, a no repetirlo hasta que agotara su actividad y, si era necesario, a usar una escala descendente, yendo de medicamentos más diluidos a los más concentrados. En el segundo periodo, Hahnemann tomó conciencia de la esencia energética de los medicamentos homeopáticos desarrollada por las diluciones y sucusiones, y descubre la posibilidad de una nueva forma de agravación medicamentosa relacionada con la frecuencia de las sacudidas dadas al frasco del medicamento, reduciéndolas de cien a dos, antes de recomendar su nueva escala, la cincuentamilesimal. Además, aconsejó, en este último periodo, la escala ascendente y repetir el medicamento bajo ciertas condiciones (Demarque, 1981, págs. 79-95).

 

3. Agravación rápida, corta y fuerte, seguida de rápida mejoría

Significa que el medicamento ha sido el semejante y que se ha dado una respuesta curativa, en un organismo con buena vitalidad y con lesiones no tan profundas. La agravación puede deberse tanto al medicamento como a cambios estructurales. Para Hahnemann la agravación inicial, como sucede en ésta observación, se debe al medicamento, que necesita ser ligeramente más fuerte que la enfermedad natural para sustituirla y desplazarla, y de ahí que se presente la intensificación de los síntomas (Hahnemann, 2008, págs. 286-287). Para Kent se debe, además, a cambios estructurales en tejidos superficiales o no vitales, y señala: “De esta naturaleza es la agravación de los síntomas que se presentan a las primeras horas de haber tomado un remedio verdaderamente homeopático en las enfermedades agudas o durante los primeros días de un caso crónico” (Kent, 1992, pág. 317).

Para Sánchez Ortega esta observación se debe a la similitud del medicamento, pero con una dosis (con relación a la potencia) un tanto exagerada; la brevedad de la agravación, a una activa y efectiva fuerza vital; y su intensidad, a la necesidad de modificar cambios profundos, corregir lesiones considerables en el sentido destructivo, o alteraciones funcionales graves (Sánchez, 1992, pág. 491). Y dice:

Desde el punto de vista miasmático significa que la condición diatésica o patológica constitucional era considerable, no tanto como lo encontramos en la 2ª observación, que había ya alteraciones estructurales establecidas; pero sí, que la vida tomaba ya una dirección equivocada… Es frecuente que sea una condición sycósica o syphilítica la prevalente en esos casos por la violencia que caracteriza a estas reacciones… Lo miasmático, posiblemente atenuado con el tratamiento, vuelve a quedar en latencia. (Sánchez, 1992, págs. 491-499)

La conducta a seguir ante esta respuesta del paciente, si se dio dosis única, es esperar o administrar placebo; y si se usó el método plus, disminuir la frecuencia de la dosis (Granja, 2010, pág. 209).

 

4. Mejoría sin agravación

Hace referencia a que el enfermo se está curando sin ninguna agravación. Se produce por dar el medicamento semejante con la potencia necesaria al caso, en un paciente con buena vitalidad y con una patología superficial, de tipo funcional, sin alteración de los tejidos (Kent, 1992, pág. 317).

La significación miasmática de este resultado es que el miasma no era muy profundo, o la actividad del miasma fue muy relativa y sigue latente en la mayor parte. Se debe reconocer que es lo que queda allí de ese miasma; también si realmente se trató de una enfermedad crónica miasmática o fue simplemente un padecimiento de los llamados por Hahnemann apsóricos, y si fue una cura permanente o solo una falsa curación o alivio (Sánchez, 1992, pág. 491).

También en estos casos, no debemos interferir (si estamos usando la dosis única). Debemos confiar en la naturaleza y solo agregar a nuestro enfermo los consejos higiénicos tanto de orden dietético como de hábitos y de conducta, que son indispensables para conseguir y conservar la salud… Esto hay que hacerle entender al enfermo, o de otra manera volverá al camino del sufrimiento. (Sánchez, 1992, pág. 499)

 

5. Mejoría corta y después agravación

El paciente mejora por unos días y después todos sus síntomas están peor que al inicio del tratamiento homeopático. Puede deberse a:

a. Supresión: Cuando se da un medicamento incorrecto que fue escogido por algunos síntomas llamativos del enfermo y no por su totalidad. Los síntomas mejoran mientras el medicamento actúa como supresor, pero acabado el efecto de éste, vuelve a recaer y con mayor intensidad(Kent, 1992, pág. 318). Esta intensificación de los síntomas se debe a lo que Hahnemann explica respecto a la agravación enantiopática, pues el medicamento, aunque no es del todo contrario, actúa suprimiendo y hace que el principio vital reaccione en contra de esta energía supresora, sumándose su reacción a los síntomas originales de la enfermedad (Hahnemann, 2008, págs. 206-208).

Hahnemann recomienda que al comenzar la agravación es cuando se debe “recurrir al antídoto del medicamento o, si no se lo conoce, de sustituir esta sustancia por otro remedio homeopático que sea más apropiado al caso presente” (Hahnemann, 1999, pág. 158). Kent aconseja, en cambio, debido a que frecuentemente los síntomas vuelven cambiados, a esperar, “a pesar de los serios sufrimientos del enfermo, para obtener la imagen de la enfermedad” (Kent, 1992, pág. 319).

b. Obstáculos a la curación: Cuando se presenta la mejoría y luego la agravación, y hay seguridad de haber dado el medicamento semejante, se debe observar antes que nada si el paciente no ha hecho algo que haya interrumpido la acción del medicamento, como puede ser el consumo de estimulantes o drogas, el exceso de trabajo o de sexo, o alguna emoción fuerte(Kent, 1992, pág. 319).

c. Estado de incurabilidad: Si se ha dado el medicamento semejante y no hay obstáculos a la curación, entonces se deduce que el paciente es incurable(Kent, 1992, pág. 318). La mejoría viene porque el medicamento estimula correctamente el organismo, pero este, debido a la profundidad de la patología, no logra llegar a la curación y en su intento desgasta aún más sus energías, produciéndose la subsiguiente agravación (Sánchez, 1992, pág. 488).

Respecto a lo miasmático, la condición es tan grande que hace suponer la unión activa de dos o de los tres miasmas, “que han progresado en su acción desorganizadora, dejando incapaz al organismo para aprovechar la acción medicamentosa” (Sánchez, 2003, pág. 273).

En el momento de la agravación, debemos en primer lugar esperar, hasta donde sea posible, que pase el efecto de la droga. Si esta reacción se prolonga, intervengamos entonces con un medicamento de acción superficial, tratando de paliar. La conducta subsiguiente es en el sentido de respetar esa incurabilidad… no dando el medicamento semejante, sino uno de los menos semejantes; actuar en lo superficial, con los medicamentos parcialmente indicados pero más semejantes al conjunto… Esta incurabilidad puede no ser tan absoluta y permitir la esperanza de que después de algún tiempo, casi siempre prolongado, podamos insistir en el simillimum[1]. (Sánchez, 1992, págs. 497-498)

Si hay mezcla o intrincamiento de miasmas en actividad, ver hasta donde es posible procurar el deshacer esa mezcla, seleccionando cuidadosamente los síntomas en que debemos basar la prescripción más urgente, y desde luego no pretender un proceso verdaderamente curativo en el sentido correcto del vocablo. (Sánchez, 2003, pág. 274)

 

6. Mejoría muy corta

Los síntomas mejoran por poco tiempo y reaparecen, pero sin agravar. Se puede deber a:

a. Dosis insuficiente, ya sea por potencia baja o por escasa frecuencia del medicamento. No se supo valorar correctamente la profundidad del padecimiento y se dio una dosis pequeña para el caso(Sánchez, 1992, pág. 489). Explica Kent que cuando la mejoría es demasiado corta en los casos agudos, existe un importante proceso inflamatorio y los órganos están amenazados por la rápida continuación del proceso; y en los casos crónicos, es porque existen alteraciones estructurales y los órganos están destruidos, o en vía de destrucción, o en una situación muy precaria, aunque curables y con energía vital en buen estado (Kent, 1992, pág. 321).

Respecto a lo miasmático, se debe a que “el miasma predominante no lo es solo en el sentido de la extensión, o sea, de sus localizaciones y grado de la patología que esté estimulando, sino también de la profundidad, en la inhibición o perturbación de la fuerza vital” (Sánchez, 2003, pág. 279).

Si los síntomas vuelven sin cambios, lo más conveniente es repetir la dosis con una frecuencia de tiempo menor de lo que duró la mejoría, hasta obtener un alivio total. Pero si la repetición se prolonga, será necesario elevar un tanto la potencia, en una dosis de una toma o dos más (Sánchez, 2003, pág. 278).

Tratándose de potencias LM y según las indicaciones del maestro y con experiencia de su uso por más de 30 años, las tomas del remedio no solo pueden, sino deben repetirse en los casos agudos y también en los crónicos. Es necesario hasta diariamente y aun varias veces al día. Siempre observando cuidadosamente, deduciendo y atendiendo la necesidad orgánica de cada caso en particular y nunca rutinariamente. Este proceder es necesario con frecuencia, pero no obligatorio… porque aun con estas potencias cincuentamilésimales hemos obtenido muchas veces curaciones completas con una sola dosis. (Sánchez, 1992, pág. 498)

b. Obstáculos a la curación, que interfieren en la acción del medicamento indicado, tanto en semejanza como en potencia. Esta intromisión en la curación puede deberse a la toma de un medicamento alopático, que a veces el paciente piensa que no tiene nada que ver con el tratamiento; o de orden emotivo como, por ejemplo, un enojo, una preocupación, una pena, etc.; o de causa físico-química, como puede ser un brusco enfriamiento, un alimento que intoxica; o factores dietéticos o de falta de higiene (Sánchez, 1992, págs. 489-490).

Si el paciente no sigue las indicaciones del médico para evitar obstáculos a la curación prevenibles, se analiza si el mismo remedio puede sacarlo de esa obstinación o si requiere de otro que sea complementario al anterior y presente también la práctica perseverante del mal hábito, ya sea de drogadicción, tabaquismo, alcoholismo, vida licenciosa e incluso del excesivo trabajo (Sánchez, 2003, págs. 279-280).

 

7. Mejoría de los síntomas, pero no del enfermo

Esta observación significa que los síntomas más prominentes que aquejaban al enfermo y que lo llevaron a consulta se atenuaron, pero su estado general sigue igual. Mejoraron, por ejemplo, los dolores, los síntomas digestivos, respiratorios, etc., pero no vuelve al orden el apetito, el sueño, el estado de ánimo o el comportamiento equivocado.

Para Kent se debe a un estado de incurabilidad por órganos que tienen lesiones irreparables o que fueron extraídos en cirugía. Los medicamentos homeopáticos actuarán favorablemente, pero solo aliviando (Kent, 1992, págs. 321-322). En este caso, se debe prescribir para lo que resta del organismo, buscando el mayor equilibrio posible.

Sánchez Ortega menciona la respuesta que desencadena la falta de un órgano en la observación decimotercera; y en ésta (la séptima) refiere que se puede deber, primero, a que equivocadamente se realizó una paliación, al dar un medicamento superficial y no el profundo, el que abarcara el verdadero conflicto del paciente.

El médico se ha dejado ilusionar por la relación que hace el enfermo, pero no ha sabido penetrar en lo que guarda celosa o subconscientemente. El verdadero conflicto no ha sido percibido… Por eso su “Yo” interno sigue perturbado, en su mismo sitio, en su misma posición defectuosa… Lo profundo no se ha movido y lo que debemos hacer es rectificar la toma del caso y proceder a una nueva búsqueda de los síntomas, al reconocimiento de lo miasmático… del miasma verdaderamente predominante. (Sánchez, 1992, págs. 488-498)

Y segundo, a la persistencia de los miasmas en latencia: “Los síntomas característicos en el “hoy” del paciente se producen sobre una condición miasmática de latencia muy establecida… El último cuadro sintomático indica el remedio que se administra, pero el paciente queda con su antigua condición de mediocridad funcional” (Sánchez, 1992, pág. 489). El procedimiento a seguir es dirigir el tratamiento hacia el miasma de fondo que predomine.

 

8. Síntomas del medicamento por hipersensibilidad del paciente

El medicamento bien indicado no produce de manera significativa síntomas nuevos en el paciente, a excepción de los que son hipersensibles, que generalmente lo son, no solo a los medicamentos, sino a todo lo que los rodea, a los olores, a los alimentos, a las emociones, etcétera (Kent, 1992, pág. 322).

Aunque el medicamento contiene muchos más síntomas que los que presenta el paciente, en éste so­lamente van a actuar los síntomas del medicamento que son seme­jantes a la enfermedad, quedando los otros inactivos y sin manifestarse en una persona “normalmente” sensible. El medicamen­to impresiona todo el principio vital, pero se manifiesta principalmente en las partes del organismo más irritadas y excitadas por la enfermedad. Las otras partes del cuerpo más sanas no alcanzaran a responder a la acción del medicamento de­bido a las dosis tan pequeñas que se usan en homeopatía (Hahnemann, 2004, págs. 313-314).

El paciente hipersensible es para el médico homeópata de gran utilidad porque puede producir del medicamento administrado síntomas que no le conocíamos o síntomas que reafirman los consignados en las patogenesias. Su reacción muchas veces se presenta sin preverse, pero también se puede hacer con intención, evidentemente con el consentimiento y la buena voluntad del paciente. “Desde el punto de vista miasmático, es muy probable que tenga una diátesis, aun cuando sea latente leve o profundamente arraigada, de tipo sycósico, dada la ostentación con que se producen sus reacciones” (Sánchez, 1992, pág. 493).

En el tratamiento de estos pacientes se debe “ser muy cuidadoso en la potencia y tratar de evitar la repetición de la dosis” (Sánchez, 1992, pág. 500). Kent dice que generalmente “curaréis sus enfermedades agudas dándoles la 30 y la 200 potencia, y aliviaréis sus enfermedades crónicas dándoles la 30, la 200 y la 500 potencias. Muchos de ellos nacen y mueren con esta sensibilidad… son frecuentemente enfermos incurables” (Kent, 1992, págs. 322-323).

Hahnemann recomienda para los pacientes hipersensibles, tomar una cucharadita del medicamento previamente disuelto y agitado en agua, y disolverlo nuevamente en un segundo vaso que contenga de 7 a 8 cucharadas de agua, agitarlo fuertemente y dar una cucharadita o más por dosis. Si es necesario, se repetir este procedimiento en un tercer o cuarto vaso hasta que el medicamento sea apto al enfermo (Hahnemann, 2008, págs. 346-347).

 

9. Acción benéfica de los medicamentos sobre los experimentadores

“Los experimentadores sanos resultan siempre beneficiados por las experimentaciones o comprobaciones de medicamentos, siempre que éstas sean dirigidas convenientemente” (Kent, 1992, pág. 323). Sánchez Ortega comenta que la experimentación homeopática en una persona relativamente sana, estimula la fuerza vital ocasionando una especie de mejoría general, que hace más ostensible el ánimo y estimula todas sus aptitudes, con poca probabilidad que deje secuelas y, “si esto pudo haber sucedido cuando se ministraba la droga en forma cruda o en tintura madre, no sucede en la actualidad, en que solo se utilizan diluciones casi siempre arriba de la tercera decimal” (Sánchez, 1992, pág. 493).

Desde el punto de vista miasmático, se debe a que “los miasmas subyacentes, aun estando en latencia, se estimulan con el medicamento adecuado al enfermo, que al manifestarse, se atenúan también en beneficio del paciente” (Sánchez, 2003, pág. 290).

 

10. Aparición de síntomas nuevos

Es cuando se presentan síntomas que el paciente nunca había tenido, que son nuevos para él. Se pueden deber a:

a. Prescripción equivocada, al dar un medicamento no semejante al caso, produciendo síntomas nuevos sin que los síntomas generales o locales del paciente se modifiquen. Hahnemann especifica que si los síntomas nuevos son leves y no manifiestan gravedad, indican que pertenecen exclusivamente al medicamento ingerido y no es motivo para interrumpir su acción, porque esos síntomas se van rápidamente sin afectar el proceso curativo; “pero cuando ellos tienen una intensidad gravosa, no se les debe tolerar, porque están indicando que el medicamento antipsórico no ha sido bien elegido homeopáticamente”(Hahnemann, 1999, pág. 146). Y complementando lo anterior, dice Kent: “Cuanto mayor es la intensidad de los nuevos síntomas que aparecen después de administrar un remedio, tanta más duda habrá respecto de la prescripción” (Kent, 1992, pág. 323).

Hahnemann recomienda actuar de la siguiente manera: si los síntomas nuevos son muy intensos, se debe neutralizar primero parcialmente con un antídoto y luego dar el semejan­te al caso; si los síntomas nuevos no son muy violentos, el siguiente remedio, el semejante, debe darse inmediatamente; y si se trata de un caso de urgencia, se debe administrar un medicamento que incluya los síntomas primitivos que persisten y los síntomas recientemente aparecidos (Hahnemann, 2004, págs. 387-389).

No hay comentarios respecto a lo miasmático en esta observación porque los síntomas nuevos son ocasionados por el medicamento incorrecto, independientemente de la enfermedad.

b. Repetición del medicamento sin modificar la dinamización. Hahnemann insiste en varios parágrafos del Organón que la condición principal para utilizar su nuevo método de dar los medicamentos (método plus) es sucusionar la medicina disuelta en agua antes de cada toma. Explica que se debe hacer porque la primera dosis del medicamento realiza todo el cambio que se espera de él en el principio vital, y si se da nuevamente el mismo medicamento no modificado dinámicamente, éste ya no encontrará en las mismas condiciones a la fuerza vital, por lo tanto, no estará en completa semejanza, haciendo que el paciente empiece a manifestar otros síntomas del medicamento diferentes a los semejantes de la enfermedad (Hahnemann, 2004, págs. 382-384).

c. Hipersensibilidad del paciente. Ver comentarios en la octava observación.

 

11. Reaparición de síntomas antiguos

Cuando el paciente refiere que afecciones antiguas están volviendo a presentarse y las últimas que tenía han mejorado, significa que el medicamento fue correcto tanto en semejanza como en potencia, que el paciente tiene una buena fuerza vital, y que se encuentra en un proceso curativo (Kent, 1992, pág. 324).

En cada episodio de síntomas antiguos reaparecen los síntomas que adquirió en las sucesivas etapas de su vida, eliminando uno a uno todos los lastres que había acumulado. “Pero en el retorno los encontraremos en sucesión inversa: los últimos serán los primeros que encontraremos, y los primeros serán los últimos. Esto constituye la famosa ley de Hering: los síntomas desaparecen en el orden inverso al de su aparición” (Sánchez, 1992, pág. 492).

En lo miasmático indica que en él habían avanzado de manera importante, a través de los años y muy probablemente desde el nacimiento, las enfermedades crónicas miasmáticas (Sánchez, 1992, pág. 492). Además, que “el miasma más actuante en el hoy del paciente se está atenuando y da lugar a que se manifieste el miasma subyacente… Al atenuarse un miasma reaparecerá el que está en latencia, y estos episodios pueden repetirse varias veces según la cronicidad de las afecciones, la posibilidad reaccional del paciente y las mezclas miasmáticas, que requerirán de un proceso de reparación laborioso” (Sánchez, 2003, págs. 288-289).

El reaparecer de antiguas dolencias confirma que la enfermedad es una; que lo último que apareció en el enfermo y que fue motivo de queja fue el último episodio de esa enfermedad, habiendo dejado atrás otros grupos de síntomas, otras “enfermedades” según el concepto vulgar de la medicina antigua… En verdad esas otras enfermedades son tan solo otros episodios de la enfermedad fundamental o del miasma… Se comprueba la veracidad de la doctrina de los miasmas que pone en evidencia en esta forma el camino recorrido por la enfermedad, que es ahora “desandado” por la curación en el sentido inverso. (Sánchez, 1992, pág. 500)

La conducta a seguir es solamente observar la evolución del paciente sin modificar el tratamiento, y explicarle la importancia que estos hechos tienen en su curación para que no vaya a interferirla. “Si los viejos síntomas vuelven y se estacionan, entonces, generalmente, es necesaria una repetición de la dosis” (Kent, 1992, pág. 324). Al respecto dice Sánchez Ortega:

No será necesario ningún medicamento, excepto cuando las dolencias de aquel viejo episodio que está reproduciéndose fueran muy persistentes y no hubiera evidencia de que está evolucionando, o bien, que la concomitancia de otros síntomas fuera insoportable o verdaderamente hiciera peligrar la vida del paciente. (Sánchez, 1992, pág. 500)

El resultado será loable si al mismo tiempo que reaparecen síntomas antiguos, desaparecen los últimos síntomas y el enfermo va sintiéndose mejor, o bien, aunque no desaparezcan los últimos síntomas, cuando menos tienden a mejorarse… El pronóstico será tan halagüeño como se perciba el mejoramiento en lo general de nuestro paciente. Sobre todo debemos confiarnos en que la vitalidad es suficiente, aunque la reestructuración tenga que ser lenta y laboriosa. (Sánchez, 2003, pág. 288)

 

12. Los síntomas toman una dirección equivocada

Si al administrar el medicamento los síntomas toman una mala dirección, es decir, un sentido contrario a la “ley de curación”, se está ocasionando una supresión de los síntomas que motivaron la consulta del paciente, haciendo que ahora se manifiesten en una parte más interna del organismo (Kent, 1992, págs. 324-325).

La llamada “ley de curación o ley de Hering”, enseñada por el Dr. Constantine Hering (médico homeópata estadounidense, 1800 – 1880), describe que el movimiento de los síntomas en el proceso curativo toma tres direcciones: de arriba hacia abajo, de adentro hacia fuera y en orden inverso al de su aparición. La primera observación dice que la mejoría va de las partes superiores del cuerpo hacia las inferiores; así, una persona con artritis en sus miembros notará alivio en las extremidades superiores antes que en las inferiores. La segunda señala que la curación va de los órganos más importantes e internos a los menos vitales y externos. La misma naturaleza humana trata de cuidar los órganos más vitales como los pulmones, el corazón, el cerebro, y desplaza la enfermedad a los tejidos que no comprometen la vida, como son la piel y las articulaciones; de esta manera, un buen inicio de la curación sería, por ejemplo, que el paciente mejore su estado de ánimo y deseo de vivir y luego presente una erupción. La tercera hace referencia a que el enfermo empezará a curarse primero de los últimos síntomas que le aquejan y después de síntomas pasados, que irán apareciendo y curándose en sentido contrario a su manifestación anterior, como se comentó en la decimoprimera observación (Ullman, 1990, págs. 43-44).

Generalmente los síntomas toman una dirección equivocada cuando se prescribe para algunos síntomas locales de la enfermedad sin considerar la totalidad, omitiendo los síntomas mentales y generales, y lo miasmático (Sánchez, 1992, pág. 487). Para evitar este error se debe prescribir teniendo en cuenta la “totalidad sintomática”, comprendiendo por ella no todos los síntomas del paciente, sino la totalidad de los síntomas característicos del miasma predominante. De esta forma, atendiendo el miasma predominante o la última capa miasmática, que es el actual momento existencial del paciente, se iniciará el camino correcto hacia la curación (Sánchez, 2003, pág. 272).

Al presentase esta situación, es conveniente antidotar inmediatamente su efecto para evitar alteraciones estructurales en la nueva localización de la enfermedad, concibiendo por “antídoto” el medicamento semejante a los nuevos síntomas (Kent, 1992, pág. 324).

 

13. Mejoría corta, que se repite al tomar el medicamento

Al darse el medicamento semejante, el paciente mejora de los síntomas que más acusaba, pero en días sucesivos se reinicia el mismo cuadro. Se repite el medicamento un poco más dinamizado y se observa el mismo resultado, mejoría por un tiempo que puede llegar casi hasta una aparente salud completa, pero vuelven los síntomas y el consecutivo desánimo. Se eleva la potencia y ya no hay mejoría, aunque el medicamento parece bien indicado (Sánchez, 1992, pág. 494).

Se trata de un caso de incurabilidad parcial o relativa, “generalmente porque hay una mutilación considerable (ablación de un seno, de la matriz, de un riñón, etc.), que impide la agudización miasmática que tenía que realizarse precisamente en esos órganos destinados a las localizaciones patológicas y extirpados “profilácticamente” por el cirujano” (Sánchez, 1992, pág. 494).

“Hay que mantener la indicación del remedio, que generalmente corresponde a medicamentos de acción no muy profunda, y vigilar y acentuar la higiene en todos los sentidos para procurar hacer más efectiva su acción” (Sánchez, 1992, pág. 501).

 

14. Mejoría corta seguida de agravación de síntomas concomitantes, que se repite al tomar el medicamento indicado

Al darse el medicamento semejante al grupo sintomático que aparenta una totalidad, el paciente mejora relativamente, pero por corto tiempo; luego, los síntomas concomitantes o accesorios se intensifican y pronto señalan otro medicamento que, aunque bien indicado, produce el mismo efecto, repitiéndose este hecho varias veces. “En los casos agudos esto es muy notable. En los crónicos, lógicamente se mantienen más los síntomas concomitantes” (Sánchez, 1992, pág. 495).

En los casos agudos, y sobre todo en los niños con cargas miasmáticas muy considerables, los síntomas se presentan, por ejemplo y con frecuencia, en los órganos del aparato respiratorio, desde luego con síntomas mentales y generales, que dan lugar a una prescripción bien fundamentada; el enfermo mejora haciendo creer en una curación, pero al poco tiempo el niño presenta síntomas preferentemente digestivos que vuelven a dar un cuadro aparentemente completo, también grave; se indica el remedio adecuado, y se obtiene otra vez un alivio que hace pensar en una cura; semanas o meses después se repite otro episodio con diferentes localizaciones, que pueden ser a veces localizaciones cutáneas. Y así se están repitiendo episodios que revelan manifestaciones miasmáticas que se explican generalmente por la revisión de los antecedentes familiares del pequeño. Aportaciones miasmáticas que se van sucediendo, apenas pasa la atenuación de una, se presenta la otra. (Sánchez, 2003, págs. 292-293)

Esta respuesta al tratamiento se debe a un estado de incurabilidad por conjunciones o mezclas miasmáticas, generalmente psora-syphilis. Si se trata de un niño enfermo, puede llevarlo a la muerte cuando esa condición miasmática es muy compleja y profunda, por la incapacidad de reacción de la naturaleza curativa. “Cuando es un enfermo con mayor resistencia o adulto, puede no precisamente conseguirse una curación verdadera, sino dejarlo en una condición patológica persistente aparentemente aceptable dentro de lo miasmático, tolerable por el mismo paciente” (Sánchez, 2003, pág. 293).

“Las mezclas miasmáticas o “intrincamientos” obligan a insistir en eliminar una condición miasmática y después la otra o las otras… El miasma más dominante será el que tratemos de atenuar primero. Después el siguiente, y con frecuencia repetir el procedimiento” (Sánchez, 1992, pág. 501).

Aunque la observación de Sánchez Ortega hace referencia a tratamientos teniendo en cuenta la totalidad sintomática de ese momento, una respuesta parecida se da con el tratamiento parcial en las enfermedades oligosintomáticas. En las enfermedades defectivas u oligosintomáticas (parágrafos 172 al 184 del Organón), al darse un medicamento parcialmente indicado, se mejoran unos síntomas de la enfermedad y se exacerban otros.

 

15. Mejoría corta seguida de nuevos síntomas o modalidades, que se repite al tomar un nuevo medicamento

El paciente mejora de sus síntomas más acentuados y después de días o semanas vuelve con otros síntomas distintos o con algunos anteriores pero con nuevas modalidades. Se prescribe nuevamente y se repite el resultado sin llegar a una curación verdadera (Sánchez, 1992, pág. 495).

“Indica una prescripción errónea por superficial y parcial. No se supo reconocer el miasma predominante y se prescribe por síntomas del miasma principal como de los que están en latencia” (Sánchez, 1992, pág. 495). “Es aconsejable dar un placebo mientras se estabiliza el cuadro y solo volver a prescribir con seguridad” (Sánchez, 1992, pág. 501).

 

16. Mejoría prolongada y después agravación

El medicamento bien elegido y generalmente dado en alta potencia produce una mejoría ostensible y con bienestar del enfermo por meses o hasta por años, reapareciendo después un cuadro semejante o algo relacionado con el anterior, pero con lesiones o disfunciones más profundas, que hace pensar en una potencia mayor del mismo remedio o en buscar otro que tenga mejores indicaciones (Sánchez, 1992, pág. 495).

Esto significa supresiones muy anteriores, habitualmente en las primeras etapas de la vida del paciente, realizadas con Alopatía e incluso con una Homeopatía imperfecta, en casos como, por ejemplo: amigdalitis recurrentes, bronquitis repetidas, estados asmatiformes, síndromes gastrointestinales, etc. (Sánchez, 1992, pág. 495). Supresiones tan eficientes logradas con las diversas vacunas, los antibióticos, los corticoides, la quimioterapia y las cirugías reparadoras con trasplantes de órganos (Sánchez, 2003, pág. 295).

Solo se eliminaron los síntomas más propensos a manifestarse y no los del miasma predominante, que se han ido incrementando en gran parte de manera latente, y ahora hace eclosión en planos más profundos, dificultando la verdadera curación del enfermo (Sánchez, 1992, pág. 495). “Son enfermos prácticamente incurables, aunque sean a largo plazo, verdaderamente transformados en el sentido patológico y, lo más temible, en su mente, en sus afectos y en la estimación de la vida” (Sánchez, 2003, pág. 295).

Se debe “reconsiderar lo miasmático más importante según la herencia y la evolución de la patología en sus diferentes etapas, e ir atendiendo las expresiones de ese miasma” (Sánchez, 1992, pág. 501).

Esta agravación que se presenta después de una prolongada mejoría también puede corresponder, aunque en un grado moderado y tomando específicamente el medicamento en forma continua (método plus) y en escala cincuentamilesimal (LM), a lo que Hahnemann llama agravación homeopática final, que se debe a síntomas producidos por el medicamento y no por la enfermedad, al darse o aproximarse la curación (Hahnemann, 2008, pág. 382); y aconseja:

Para estar seguro de esto, se deja al paciente sin medicina por ocho, diez o quince días, y se le administra solamente algo de polvo de azúcar de leche. Si las últimas pocas quejas eran debido a la medicina que imitaba los síntomas originales de la enfermedad, entonces estos desaparecerán en pocas horas o días… y probablemente esté curado. Pero si en los últimos días aún aparecen rastros de los síntomas de la enfermedad anterior, entonces se trata de restos de la enfermedad original que aún no fue extinguida del todo. Estos deberán ser tratados nuevamente en la forma indicada con mayores grados de dinamización del medicamento. (Hahnemann, 2008, pág. 383)

 

17. Agravación prolongada y después corta mejoría

Después de dar el medicamento, el paciente agrava por un tiempo prolongado, que puede ser de días o de meses; luego empieza a mejorar, pero desafortunadamente por un corto tiempo, y vuelve a recaer con la misma intensidad de los síntomas que lo llevaron a consulta (Sánchez, 1992, pág. 486).

Esto expresa incurabilidad; el medicamento semejante estimula al principio vital, pero él no es capaz de completar la reacción orgánica necesaria para alcanzar la curación, quedando más débil aún. El médico no supo valorar la posibilidad curativa y da el medicamento más semejante para curar al paciente, cuando ya no se podía. El estado miasmático es absolutamente dominante. La psora parece incapacitar al organismo en su defensa (Sánchez, 1992, pág. 486).

Con estos pacientes debemos conformarnos con la paliación, recurriendo a un medicamento que ayude superficialmente, y tal vez nunca intentar la curación. Si acaso se trata de una persona joven, con una alimentación apropiada, en un medio higiénico correcto, con estímulos efectivos que la entusiasmen, y rodeada del afecto que le haga desear persistir en este mundo, tal vez en estos casos podamos intentar después de algún tiempo la acción de un medicamento verdaderamente curativo (Sánchez, 1992, págs. 486-487).

 

[1] El simillimum es el medicamento más semejante a un caso dado, en cuanto a los síntomas, la patología del enfermo, la dosis, la vitalidad del sujeto y la intención curativa (Sánchez, 1992, pág. 173).

 

 

Referencias

Demarque, D. (1981). Técnicas Homeopáticas. Buenos Aires, Argentina: Marecel S.R.L.

Granja, L. (2010). Ortodoxia Homeopática. Quito, Ecuador: V&M Gráficas.

Hahnemann, S. (1999). Las Enfermedades Crónicas, su Naturaleza Peculiar y su Curación Homeopática. (C. Viqueira, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Tomás P. Paschero.

Hahnemann, S. (2004). El Organón de la Medicina. (D. Flores Toledo, Trad.) México, D. F.: Instituto Politécnico Nacional.

Hahnemann, S. (2008). Organon del Arte de Curar. (R. G. Pirra, Trad.) Buenos Aires, Argentina: RGP Ediciones.

Kent, J. (1992). Filosofía Homeopática. New Delhi, India: Jain Publishers.

Sánchez, P. (1992). Introducción a la Medicina Homeopática, Teoría y Técnica. México D. F.: Novarte.

Sánchez, P. (2003). Apuntes sobre Clínica Integral Hahnemaniana. México D. F.: Corporativo Grupo Balo.

Ullman, D. (1990). La Homeopatía, Medicina del Siglo XXI. Barcelona, España: Martínez Roca.