Por Iván Navas. Agosto 22, 2017
En los parágrafos 72 al 81 del libro “Organón de la Medicina”, Hahnemann clasifica las enfermedades, según el tiempo de evolución, en dos grandes grupos: agudas y crónicas. Las agudas son de comienzo súbito o rápido, de evolución corta aunque variable, y de terminación por la muerte o por curación espontánea o terapéutica. Las crónicas son de comienzo paulatino e imperceptible, de evolución lenta, solapada, prolongada y progresiva, y de terminación por la muerte si no se hace un tratamiento oportuno y adecuado (Hahnemann, 1983, pág. 127).
Las enfermedades agudas las divide conforme afecte a personas individualmente (traumatismos, indisposiciones y agudizaciones miasmáticas), o a grupos de personas de manera simultánea (esporádicas, epidémicas y miasmáticas agudas); y las crónicas en medicamentosas, aparentes y naturales o miasmáticas (Hahnemann, 2008, págs. 215-223). Se comentan a continuación cada una de ellas, con aportaciones de Sánchez Ortega al respecto.
1. Traumatismos
Son trastornos patológicos por efectos mecánicos, como los causados por heridas, contusiones, esfuerzos, esguinces, luxaciones y fracturas (Hahnemann, 1983, pág. 127). En su tratamiento:
“El quehacer del práctico se reducirá al de un curandero o bien a la cirugía, que atenderá el médico personalmente o lo derivará al especialista. De todos modos podrá el médico homeópata hacer alguna indicación medicamentosa para ayudar a mitigar los sufrimientos o a la reparación de los tejidos vulnerados, con remedios que por su tropismo y sus síntomas más característicos estén indicados” (Sánchez, 1992, pág. 419).
Se incluyen en esta clase de afecciones las intoxicaciones, que deben tratarse generalmente de dos maneras:
“La primera, cuando el tóxico esté aún actuante, con elementos totalmente opuestos. Si se ingirió procurando devolverlo; si está en un conducto, tratando de evacuarlo. O bien, si los efectos son un tanto tardíos, ya son un tanto secundarios como los de una droga después de su primera acción agresiva, podrá ayudarse al organismo a su eliminación con medicamentos de acción semejante en dosis imponderables pero aun bajas como entre la 3ª centesimal y la 12ª centesimal, también generalmente disueltas en agua y repetidas” (Sánchez, 1992, pág. 420).
2. Indisposiciones
Son cuadros sintomáticos que derivan de alguna causa excitante, produciendo síntomas superficiales que generalmente tienden a desaparecer por sí solos (Sánchez, 1992, pág. 419). Las causas excitantes pueden ser: climáticas: enfriamientos, acaloramientos, exposiciones prolongadas al sol; alimenticias: exceso en la comida o bebida, carencia o intoxicaciones alimenticias; impresiones físicas violentas: exceso de ruido, movimiento, etc.; emocionales: preocupaciones, cólera, represión de deseos, etc. (Hahnemann, 1983, pág. 127). Para su tratamiento:
“Debe dejarse actuar a la naturaleza e indicar medidas higiénicas que faciliten la acción reparadora del propio organismo, al que también se le puede ayudar con un medicamento que característicamente actúe en el mismo sentido. En todos estos casos generalmente deben utilizarse los remedios en potencias bajas, 3ª decimal a 6ª centesimal, preferentemente diluyendo unos cuantos glóbulos en medio vaso de agua y ministrando una cucharada con alguna frecuencia, a intervalos relativamente cortos, según la algidez de las molestias” (Sánchez, 1992, pág. 419).
Hahnemann, en su libro de “Enfermedades crónicas”, recomienda:
“Si durante la acción de un remedio antipsórico bien elegido, llega a manifestarse, por ejemplo, una cefalea moderada, o alguna otra molestia moderada, que no se le haga tomar al enfermo en el ínterin otro medicamento, ya sea no antipsórico o antipsórico; lo mismo si sobreviene o un poco de dolor de garganta, o una diarrea, o dolores en tal o cual parte del cuerpo, etc.” (Hahnemann, 1999, pág. 145).
3. Agudizaciones miasmáticas o falsas enfermedades
“Son explosiones pasajeras de la psora latente (o de las otras dos enfermedades crónicas) que espontáneamente vuelve a tal estado, si la enfermedad aguda no fue de carácter demasiado violento y suprimida prontamente” (Hahnemann, 2004, pág. 221).
Producen toda la apariencia de una enfermedad aguda (por eso se le llaman también falsas enfermedades), con un pródromo, un desarrollo de síntomas, un tiempo de permanencia de los mismos y una declinación, que tiende a desaparecer por la sola acción de la fuerza vital. Son provocadas por la intensa acción de un estímulo que puede ser de diferentes órdenes: climático, emocional (como por ejemplo, una sorpresa intensa), por exceso de trabajo, etc. También pueden ser estimuladas por un tratamiento homeopático correcto, por un tratamiento seudo-homeopático desafortunado o por un tratamiento alopático (Sánchez, 1992, págs. 420-421). El procedimiento a seguir es generalmente dar medidas generales e higiénicas.
“Puede ser necesaria algunas veces la indicación de un remedio homeopático, pero hay que ser muy cautos para no hacer una indicación que por una parte puede ser innecesaria y por otra que estorbe una eliminación conveniente para el organismo, por ejemplo, una evacuación diarreica consecutiva a una sorpresa traumática o el surmenaje por el exceso de trabajo desacostumbrado que obligue a un sueño prolongado o motive sobreexcitación nerviosa” (Sánchez, 1992, pág. 420).
“Cuando la agudización miasmática se deba al efecto de una indicación homeopática se procurará respetarla lo máximo posible, y para ello debe guiarnos algo muy simple: que el paciente a pesar del incremento o algidez de los síntomas, se siente y se ve mejor en general; lo que demuestra que se ha estimulado convenientemente al principio vital. Cuando es una simple exacerbación de manifestación miasmática, el paciente declina, sufre en lo general y debe ayudarse como en las afecciones agudas” (Sánchez, 1992, pág. 421).
En lo personal, cuando la agudización se debe a una buena indicación del medicamento homeopático (en semejanza y dosis), si hay necesidad por la violencia de la agudización, aumento la frecuencia del medicamento dado hasta que la intensidad de los síntomas disminuya, especialmente cuando el medicamento es de potencia media o baja y, aún mejor, en la escala cincuentamilesimal.
4. Esporádicas
Son las que, en un mismo momento, solo un pequeño número de individuos están susceptibles a sentir la acción de factores atmosféricos, telúricos o climáticos nocivos (Hahnemann, 1983, pág. 128). Por ejemplo, cuadros catarrales luego de un cambio brusco de temperatura. Pueden comportarse como indisposiciones o como agudizaciones miasmáticas y su tratamiento corresponderá según el caso.
5. Epidémicas
Son enfermedades febriles en las que muchas personas son atacadas simultáneamente, manifestándose con síntomas muy semejantes y provocados por la misma causa (epidémicamente); estas enfermedades se presentan con síntomas diferentes en cada nueva epidemia (por ejemplo, la gripa). Habitualmente se hacen más contagiosas cuando actúan sobre masas compactas de individuos; y cuando son abandonadas a sí mismo terminan en un espacio de tiempo bastante corto por la muerte o la curación. Las calamidades de la guerra, las inundaciones y el hambre son frecuentemente sus causas excitantes y productoras (Hahnemann, 1983, pág. 128).
Para su tratamiento debe investigarse los síntomas característicos de la epidemia reinante (lo que se denomina el “genio epidémico”) por medio del estudio de varios pacientes afectados por la epidemia, repertorizar y tener una lista de medicamentos posibles para cada caso individual. Hahnemann, en el parágrafo 102 del Organón, comenta:
“Con el hecho de escribir los síntomas de varios casos de esta clase, el diseño del cuadro de la enfermedad se hace cada vez más completo; no más extenso y difuso sino más significativo (más característico) e incluyendo más particularidades de esta enfermedad colectiva. Por una parte, los síntomas generales (por ejemplo: pérdida del apetito, insomnio, etc.) quedan perfectamente definidos en cuanto a sus características y, por otra, los síntomas más notables y especiales que son peculiares a pocas enfermedades y de aparición más rara, al menos en la misma combinación, se hacen prominentes y constituyen lo que es característico de esa epidemia. Todos los atacados de la enfermedad reinante, al mismo tiempo, la contraen indudablemente de una sola y misma fuente, de aquí que tengan la misma enfermedad; pero toda la magnitud de una enfermedad epidémica y la totalidad de sus síntomas (cuyo conocimiento, que es esencial para permitirnos elegir el remedio homeopático más conveniente para este conjunto de síntomas, se obtiene con el examen completo del cuadro morboso) no puede conocerse por un solo paciente, solo puede ser perfectamente deducida (extractada) y descubierta por los sufrimientos de varios enfermos de constituciones diferentes” (Hahnemann, 2004, págs. 269-270).
En el libro de “Enfermedades crónicas”, párrafos 245 al 253 de la traducción de Viqueira, Hahnemann expone el tema de las enfermedades intercurrentes (esporádicas, epidémicas y miasmáticas agudas), indicando la conducta a seguir en estas enfermedades con respecto a las crónicas, como se menciona en la página 45. Al respecto dice Kent:
“No debemos prescribir para una enfermedad aguda y una crónica a la vez. Nunca debéis prescribir para dos condiciones o estados, a menos que estén complicados. Solo las enfermedades crónicas pueden estar complicadas una con la otra. La aguda nunca está complicada con la crónica; la aguda suprime la crónica, pero nunca llega a complicarse con ella… Ambos estados deben separarse, y desde luego se debe prescribir para el grupo de síntomas que constituyen la imagen y la apariencia del miasma agudo… porque éste suprime o suspende los síntomas crónicos; pero el médico diligente, que no sepa que esto es así, puede equivocadamente recoger todos los síntomas que el paciente ha tenido en toda su vida” (Kent, 1992, págs. 237-239).
6. Miasmáticas agudas (miasmas agudos)
Son las producidas por agentes infecciosos especiales (miasmas agudos) que se caracterizan por reaparecer siempre bajo la misma forma (de ahí que se les conozca por algún nombre tradicional), pudiendo dejar inmunidad definitiva (viruela, sarampión, tos ferina, fiebre escarlatina, paperas, etc.) o no (peste, cólera, etc.) (Hahnemann, 1983, pág. 128). Tienen una secuencia de estados que los distingue: prodrómico, de desarrollo, de estado y de terminación, ya sea por la curación o la muerte. (Sánchez, 1992, pág. 319).
“Son eliminaciones miasmáticas convenientes, si se sabe ayudar a la naturaleza a producirlas y a hacerlas evolucionar adecuadamente en forma homeopática. Impedirlas (por vacunas o tratamientos supresivos) resulta perjudicial al individuo en el que se evita esa exoneración miasmática y, sobre todo, para la especie. Se evita la eliminación miasmática, se acumula la morbilidad de esa predisposición que se hará manifiesta en la siguiente oportunidad con el estímulo que sea suficiente y resultará más general el padecimiento, más profundamente situado y más grave” (Sánchez, 1992, pág. 318).
“A esta clase de enfermedades pertenecen las infecto-contagiosas, endémicas y epidémicas. En estas últimas se podrá encontrar y usar el o los medicamentos que contengan el genio epidémico (como ya se comentó)… y generalmente se requerirá repetición de la dosis y al mismo tiempo potencias bajas o medias” (Sánchez, 1992, pág. 421).
La palabra miasma generalmente es definida por los diccionarios como un efluvio dañino que desprenden cuerpos enfermos, materias en descomposición o aguas estancadas. Como en los tiempos de Hahnemann no se habían descubierto los microorganismos patógenos, se utilizaba el término “miasma” para referirse a un “agente contagioso” que generaba enfermedad. Sin embargo, “para Hahnemann como para la homeopatía, el término miasma tiene connotación tanto energética como infecciosa y así se debe entender para dar el significado y uso apropiado al concepto” (Martilletti, 2014).
7. Enfermedades crónicas artificiales o medicamentosas
Son las creadas artificialmente por los tratamientos alopáticos y las intoxicaciones medicamentosas, administrados en grandes y progresivas dosis (Hahnemann, 2004, pág. 223). Hahnemann, en el parágrafo 74, da una lista de medicamentos alopáticos, incluyendo el método de Broussais, para ejemplificar el daño que este tipo de tratamiento le ocasionaba al enfermo. Vijnovsky, al respecto comenta:
“En la época actual, en nuestra época, estos problemas no han variado más que en la forma; el fondo se mantiene intacto o peor, agravado por la enorme masa de medicamentos sintéticos con que la quimioterapia moderna y la hipertrofiada industria farmacéutica mundial, con su masivo aparato propagandístico, han inundado la mente de los médicos y el cuerpo de los pacientes. El problema iatrogénico es terrible. Muchas veces vemos llegar a nuestros consultorios enfermos que toman 5 o 6 o más medicamentos diarios, uno para cada síntoma, y con evidentes muestras del daño que les están provocando, daño que no está compensado, para la vida total del individuo, por la paliación obtenida (salvo en muy contados casos inevitables e irreversibles), ya que no podemos hablar aquí de curación (hablo del caso crónico), puesto que la supresión del o de los paliativos hace saltar a la vista la evidencia de que la enfermedad permanece intacta, o incluso agravada” (Hahnemann, 1983, págs. 131-132).
Además, explica en este parágrafo que todos estos medios alopáticos debilitan la fuerza vital y la desvían, produciendo, a fin de sostener la vida, “una revolución en el organismo, unas veces privando a alguna parte de su sensibilidad e irritabilidad y otras exaltándolas a un grado excesivo, determinando dilatación o contracción, relajación o induración y, aun, destrucción total de ciertas partes” (Hahnemann, 2004, págs. 225-226). Y esto de privando (hipo), exaltando (hiper) o destruyendo (dis) como respuesta de la fuerza vital en las enfermedades crónicas artificiales, es lo que sostiene Sánchez Ortega en las enfermedades crónicas miasmáticas.
Hahnemann afirma: “Solamente contra las enfermedades naturales, el Todopoderoso nos ha ofrecido una ayuda a través de la homeopatía” (Hahnemann, 2008, pág. 221). Los deterioros de la salud causada por la medicina alopática, “son los más lamentables e incurables de todas las enfermedades crónicas. Cuando estos deterioros han llegado demasiado lejos, pareciera que no pueden crearse o imaginarse curas para ellos” (Hahnemann, 2008, pág. 221). Las enfermedades crónicas artificiales únicamente pueden ser remediadas por la misma fuerza vital y bajo ciertas condiciones: si no ha sido demasiado debilitada; que nada perturbe su acción; que pueda disponer de varios años para este enorme trabajo, y ayudándola convenientemente, desarraigando algún miasma crónico que exista oculto en el fondo (Hahnemann, 2004, pág. 227).
Sánchez Ortega agrega que en los pacientes incurables por prolongado tratamiento alopático:
“Debemos esperar a que se eliminen los efectos drogales y, después, si nos es posible, descubrir los pocos síntomas que correspondan a la verdadera patología. En el tiempo oportuno estimular suavemente, a intervalos considerables y a veces muy amplios, a la fuerza vital, con medicamentos también generalmente de acción no muy profunda y a potencias bajas o medias cuando más” (Sánchez, 1992, pág. 422).
8. Enfermedades crónicas aparentes o seudomiasmas
Son las enfermedades que sufren aquellos que se exponen continuamente, por falta de higiene, a influencias patológicas evitables como: alimentos y bebidas dañosas; excesos o deficiencias de cosas necesarias para el sostén de la vida; viviendas insalubres, como lugares pantanosos, que habiten en sótanos, talleres húmedos, casas reducidas, que están privados de aire libre; falta de ejercicio; trabajo mental o físico excesivo; preocupaciones constantes, disgustos, etcétera (Hahnemann, 2004, págs. 227-228).
“Estos estados de mala salud que la gente se ocasiona, desaparecen espontáneamente (con tal que no exista en el cuerpo ningún miasma crónico), mejorando el modo de vivir, y no pueden llamarse enfermedades crónicas” (Hahnemann, 2004, pág. 228).
9. Enfermedades crónicas naturales o miasmáticas
“Son las que se originan de un miasma crónico, las cuales abandonadas a sí mismas o no dominadas con el empleo de los remedios que les son específicos, siempre van en aumento y empeorándose, no obstante el mejor régimen mental y físico, y atormentan al paciente hasta el fin de su vida con sufrimientos que siempre se agravan. Éstas, exceptuando las producidas por el tratamiento médico erróneo, son las más numerosas y la calamidad más grande de la raza humana, pues la constitución más robusta, el método de vida mejor regulado y la energía de la fuerza vital más vigorosa son insuficientes para destruirlas o desarraigarlas” (Hahnemann, 2004, págs. 228-229).
Hahnemann refiere solo los siguientes miasmas crónicos o agentes infecciosos crónicos: el de la sarna, que genera una enfermedad crónica que llama psora; el de la gonorrea y las verrugas genitales, que forma otra que denomina sycosis; y el de la sífilis, que establece la enfermedad crónica que nombra con su mismo nombre, syphilis (Hahnemann, 1999, págs. 35-42).
Referencias
Hahnemann, S. (1983). Traducción y Comentarios del Organón de Hahnemann. (B. Vijnovsky, Trad.) Buenos Aires, Argentina.
Hahnemann, S. (1999). Las Enfermedades Crónicas, su Naturaleza Peculiar y su Curación Homeopática. (C. Viqueira, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Tomás P. Paschero.
Hahnemann, S. (2004). El Organón de la Medicina. (D. Flores Toledo, Trad.) México, D. F.: Instituto Politécnico Nacional.
Hahnemann, S. (2008). Organon del Arte de Curar. (R. G. Pirra, Trad.) Buenos Aires, Argentina: RGP Ediciones.
Kent, J. (1992). Filosofía Homeopática. New Delhi, India: Jain Publishers.
Martilletti, A. (2014). Concepto de Miasmas. Miasmas: Punto de Vista Clásico. En I. L. Páez, Fundamentos Teóricos de la Homeopatía (págs. 116-125). Bogotá, Colombia: Visión Digital Hadad.
Sánchez, P. (1992). Introducción a la Medicina Homeopática, Teoría y Técnica. México D. F.: Novarte.